La Conjura de los Necios y Tokio Blues

La Conjura de los Necios (Fragmento)


Ignatius, con una estela de película desenrollada, se lanzó hacia la puerta y entró en la oficina. Las dos mujeres desplegaban estólidas la parte posterior de la manchada sábana ante el señor González, que estaba confundidísimo. Los miembros del coro, con los ojos cerrados, cantaban compulsivos, perdidos en su mundo melódico. Ignatius atravesó el batallón que remoloneaba benigno en los márgenes de la escena, hacia el escritorio del jefe administrativo.
La señorita Trixie le vio y preguntó:
     —¿Qué pasa, Gloria? ¿Qué hace aquí la gente de la fábrica?
     —Corra ahora que puede, señorita Trixie —dijo Ignatius muy serio.
Oh, Jesús, Tú me das paz,
Tú alejas a la policía.
     —No puedo oírte, Gloria —-gritó la señorita Trixie, agarrándole del brazo—. ¿Esto es una comedia de negros?
     —¡Vaya a colgar sus carnes flácidas en el retrete! —gritó brutal Ignatius.
La señorita Trixie desapareció.
     —¿Bien? —preguntó Ignatius al señor González, resituando a las dos damas, para que el jefe administrativo pudiera ver la inscripción de la sábana.
     —¿Qué significa esto? —preguntó el señor González, leyendo la pancarta.
     —¿Se niega usted a ayudar a estas personas?
     —¿Ayudarles? —preguntó acongojado el jefe administrativo—. ¿De qué habla usted, señor Reilly?
     —Hablo de ese pecado contra la sociedad del que es usted culpable.
     —¿Qué? —al señor González le temblaban los labios.
     —¡Al ataque! —gritó Ignatius al batallón—. Este hombre no sabe lo
que es la caridad.
     —No le ha dado usted oportunidad de hablar —comentó una de las mujeres descontentas que sujetaban la sábana—. Deje usted hablar al señor González.
     —¡Al ataque! ¡Al ataque! —gritó de nuevo Ignatius, con mayor furia aún, los ojos amarillos y azules relampagueando desorbitados. Alguien dio un cadenazo más bien protocolario en los archivadores,
tirando las plantas al suelo. —¿Pero qué has hecho, desgraciado? —dijo Ignatius—. ¿Quién te
mandó tirar esas plantas?
     —Usted dijo «al ataque» —contestó el portador de la cadena.
     —Deje eso inmediatamente —gritó Ignatius a un hombre que acuchillaba apático el letrero DEPARTAMENTO DE INVESTIGACIÓN Y REFERENCIA. — I. REILLY, CUSTODIO con un cortaplumas—. ¿Pero qué se han creído ustedes?
     —Bueno, usté dijo «al ataque» —contestaron varias voces.
En este yermo
Me das la gracia
De tu luz
Que ilumina la larga noche.
Oh, Jesús, oye mis cuitas
Y nunca, nunca, nunca te dejaré.
     —Basta ya de esa canción horrible —gritó Ignatius al coro—. Nunca he oído mayor blasfemia.
El coro dejó de cantar y los cantores parecieron ofenderse muchísimo.
     —No entiendo lo que hace, señor Reilly —dijo el jefe administrativo a Ignatius.
     —Cierre esa boquita, subnormal.
     —Nosotros volvemos a la fábrica —dijo furiosa a Ignatius la portavoz del coro, la dama apasionada—. Es usté un hombre malo. Yo sí creo que hay un policía buscándole.
     —Sí —confirmaron otras voces.
     —Un momento, un momento —suplicó Ignatius—. Alguien tiene que atacar a González —pasó revista el batallón de guerreros—. El del ladrillo, venga aquí ahora mismo y pegúele un poco en la cabeza.
     —Yo no voy a pegarle a nadie con esto —dijo el hombre del ladrillo—. Usted debe tener unos antecedentes de un kilómetro en la policía.
Las dos mujeres dejaron caer al suelo con manifiesta repugnancia la sábana y siguieron al coro, que ya empezaba a salir por la puerta.
     —¿Pero dónde se van? —gritó Ignatius, la voz ahogada de saliva y furia.
Los guerreros no contestaron y empezaron a seguir al coro y a las dos portaestandartes por la puerta de la oficina. Ignatius se lanzó raudo tras los últimos guerreros y agarró por el brazo a uno, pero el guerrero se lo quitó de encima como si fuera un mosquito y dijo:
     —Ya tenemos bastantes problemas sin necesidad de que nos metan en la cárcel.
     —¡Vuelvan aquí! No han terminado. Pueden coger a la señorita Trixie si quieren —gritó Ignatius frenético al batallón en retirada, pero la procesión siguió silenciosa y resuelta escaleras abajo hacia la fábrica. Y cerróse por último la puerta tras el último cruzado de la dignidad mora.

Tokio Blues (Fragmento)


Aquel día Naoko habló mucho, algo poco frecuente en ella. Me habló de su infancia, de su escuela, de su familia. Cada relato era largo y detallado como una miniatura. Escuchándola, me quedé admirado de su portentosa memoria. De pronto, empezó a llamarme la atención algo en su manera de hablar. Algo extraño, poco natural, forzado. Cada uno de los episodios era, en sí mismo, creíble y lógico, pero me sorprendió la manera de ligarlos. En un momento determinado, la historia A derivaba hacia la historia B, que ya estaba contenida en la historia A; poco después, pasaba de la historia B a la historia C, implícita en la anterior, y así de manera indefinida. Sin un final previsible. Al principio asentía, pero pronto dejé de hacerlo. Puse un disco y, cuando éste acabó, levanté la aguja y pinché otro. Cuando los hube escuchado todos, volví a empezar por el primero. Naoko sólo tenía seis discos, el primero del ciclo era Sargeant Pepper's Lonely Hearts Club Band, y el último, Waltz for Debbie, de Bill Evans. Al otro lado de la ventana seguía lloviendo. El tiempo discurría despacio, y Naoko continuaba hablando sola. Aquella extraña forma de contar las cosas se debía a que al hablar sorteaba ciertos puntos. Uno, por supuesto, era Kizuki, pero no era el único. Relataba con extrema minuciosidad algo intrascendente al tiempo que eludía otros temas. No obstante, por primera vez la veía charlar con entusiasmo. Dejé que se expresara. Cuando dieron las once empecé a sentirme intranquilo. Naoko llevaba ya más de cuatro horas hablando sin parar. Además, me preocupaban el último tren y la hora de cierre de la residencia. Esperé el momento adecuado para interrumpirla:

—Tendría que irme ya. Voy a perder el último tren. —Consulté el reloj.

Al parecer, mis palabras no llegaron a sus oídos. O, si llegaron, no las entendió. Enmudeció unos instantes y luego siguió hablando. Me conformé, volví a sentarme y bebí el vino que quedaba en la segunda botella. Así las cosas, lo mejor sería dejarla hablar cuanto quisiera. Y decidí olvidarme del último tren, de la hora de cierre del portal y de todo lo demás. Pero Naoko no siguió hablando mucho tiempo. Antes de que me hubiera dado cuenta, se detuvo. La última sílaba quedó suspendida en el aire, como desgajada. Para ser precisos, no dejó de hablar. Sus palabras se habían esfumado de repente. Intentó continuar, pero ya no quedaba nada. Algo se había perdido. O quizás era yo quien lo había echado a perder. Tal vez mis palabras habían llegado finalmente a sus oídos, al fin las había comprendido y había perdido las ganas de seguir charlando. Me clavó una mirada perdida con la boca entreabierta. Parecía una máquina que hubiese dejado de funcionar al desenchufarla. Sus ojos estaban cubiertos por un velo opaco.

—Me sabe mal haberte interrumpido —le dije—, pero es tarde y...

Las lágrimas afloraron a sus ojos, resbalaron por sus mejillas, cayeron en grandes goterones sobre la funda del disco. En cuanto vertió la primera lágrima, el llanto fue imparable. Lloraba encorvada hacia delante, con las manos apoyadas en el suelo, como si estuviera vomitando. Era la primera vez que veía a alguien sollozar con tanta desesperación. Alargué la mano, la posé en su hombro. Éste se agitaba sacudido por pequeñas convulsiones. En un gesto casi reflejo, la atraje hacia mí. Continuó llorando en silencio, temblando entre mis brazos. Se me humedeció la camisa, que quedó empapada de sus lágrimas y de su aliento cálido. Los diez dedos de Naoko recorrían mi espalda como si buscaran algo. Mientras sostenía su cuerpo con la mano izquierda, le acariciaba el pelo liso y suave con la derecha. Me mantuve en esta posición mucho rato esperando a que su llanto cesara. Pero ella no dejó de llorar. Aquella noche me acosté con Naoko. No sé si fue lo correcto. Ni siquiera hoy, veinte años después, podría decirlo. Tal vez jamás lo sepa. Pero entonces era lo único que podía hacer. Ella estaba en un terrible estado de nerviosismo y confusión; deseaba que yo la tranquilizase. Apagué la luz de la habitación, la desnudé despacio, con ternura; luego me quité la ropa. La abracé. Aquella noche de lluvia tibia no sentimos el frío. En la oscuridad, exploramos nuestros cuerpos sin palabras...


Esto es un complemento de un post del otro blog: Click aqui

Infinitamente (I'll love you endlessly)

"Cada vez que uno de los dos dice 'Infinitamente' me acuerdo de esta canción."


Tema: Amor.
Canción: Endlessly
Interpreta: Muse


Matt (Guitarra y voz) dice sobre ella: "Es una sencilla canción de amor. Creo que hay esperanza en ella a pesar de que toco temas más bien oscuros". Dom (Bateria), por su parte, contó que la canción cambió mucho durante el proceso de producción: "Al principio era más una canción rock, con un riff de blues, pero entonces decidimos hacerla lo más simple posible porque así se sentía que la canción debía ser, no tenía que ser extravagante". Chris (Bajo), en una entrevista para XFM mencionó que Endlessly, junto con Time is running out fueron las primeras canciones en las que probaron con una base de sintetizadores para toda la canción, sus primeras incursiones en la "electrónica" – Fuente: museabuse.com


Hay una parte de mí que nunca conocerás,
lo único que nunca mostraré. (1)

Desesperadamente, te amaré infinitamente,
desesperadamente, te lo daré todo, (2)
pero no voy a renunciar a ti,
no te decepcionaré,
y no dejaré que caigas,
si llega el momento. (3)

Está claro que intenta hablar, (4)
preciados sueños eternamente dormidos. (5)

Desesperadamente, te amaré infinitamente,
desesperadamente, te lo daré todo,
pero no voy a renunciar a ti,
no te decepcionaré,
y no dejaré que caigas,
si llega el momento.


Una canción con una base melódica que parece expresar cierta melancolía y oscuridad, y que sin embargo, habla del amor como un sentimiento de verdadera entrega, total y sin pedir nada a cambio... En lo personal, esta canción siempre me recuerda a cierta personita especial a la que ya le he dedicado algunos posts en este y en el otro blog (y a quien también le dedico este post). Es difícil a entender como es que uno puede llegar a querer tanto a una persona, sobre todo por la forma en que ella y yo nos conocimos, pero de alguna manera he llegado a sentir algo muy especial por ella y esta canción expresa un poco de lo mucho que ella me hace sentir:

(1) Ese lado oscuro que existía antes de conocerte, esa oscuridad que me rodeaba y de la cual tu amor me sacó, será lo único que nunca mostraré, esa será la única parte de mi que nunca conocerás. (2) Infinitamente, sin guardarme nada, te lo daré todo, y aun así quedaría en deuda contigo. (3) Y sin importar lo que pase, estaré a tu lado, no te abandonaré, y si llegara el momento, haré lo posible para evitar tu caída. (4) En este punto, ya no soy yo el que habla sino el corazón, siempre intenta hablar cuando pienso en ti. (5) Con sus sueños de amor y esperanza que se mantenían dormidos hasta que tú llegaste.

Y así como en la canción, en la vida existen situaciones que hacen que su melodía parezca tétrica y oscura, sin embargo, es el amor que siento por ti el que me hace creer que todo puede ser mejor...




Te amo infinitamente...

Si, ya se que este post terminó siendo muy cursi, pero bueno... qué le vamos a hacer si uno está enamorado, si alguien tiene una queja contra eso, le pueden reclamar a la señorita Ave... jejeje

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