21 de Febrero del 2013

Por fin pude silenciar las voces.

Después de varios días escuchándolas, debatiendo contra sus argumentos, soportando el peso de sus palabras. Por fin.

Desperté, y no había nada. Abrí los ojos y, mientras mi mirada cansada se posaba en el techo, guardé silencio para escuchar lo que me tenían que decir hoy, solté un leve suspiro mientras esperaba, pero no ocurrió nada.

Síndrome de Estocolmo, tal vez. Me había acostumbrado a ellas y me sentí extraño al notar su ausencia, como si hubiera perdido una parte de mis propios pensamientos. Como si ellas, al partir, se hubieran llevado una porción de mi mente.

Pero está bien, es mejor así, supongo.

Me levanté con una sonrisa, y me alegré al pensar que por fin podría descansar un poco, al menos hasta que esas voces regresaran.

Shhhh... podrían estar escuchándome... tal vez sea conveniente no hablar mucho de ellas, tal vez dentro de un par de días. Por ahora, todo está bien.


Tic Tac

La mirada clavada fijamente en el techo, el cuerpo rígido, los pensamientos huecos. ¿Qué está pasando? ¿En dónde estoy?

El silencio empieza a hacerse cada vez más espeso y de repente, un latido, dos latidos, tres... se abren paso para marcar una especie de ritmo en esta noche oscura, un ritmo que me recuerda que estoy vivo, aunque éste resulta ser un sonido más mecánico que orgánico. Es entonces cuando lo comprendo, ese no es un latido proveniente de un corazón que bombea sangre, ese es el sonido de varios engranes funcionando de manera conjunta.

Una máquina. Eso es. ¿Una máquina?

Me quedo quieto y sigo el ritmo del complejo engranaje que hay en mi interior (¿Qué otra cosa podía hacer?). Todas esas ruedas dentadas que se mueven mecánicamente. Es toda una maravilla, pienso yo. Cuando me acostumbro al funcionamiento de esa máquina interna empiezo a sentir cómo mis pensamientos se expanden un poco más, gracias a unas pequeñas chispas que empiezan a encenderse en mi cerebro, pequeñas descargas eléctricas, casi imperceptibles... pero ahí están, lo sé, las siento... encendiéndose y apagándose de manera intermitente. ¿Aun puedo llamar cerebro a lo que tengo en la cabeza? Tal vez si, un cerebro mecánico. Una computadora, o algo así.

Muevo algunos músculos metálicos de mi rostro y, en la oscuridad, se dibuja algo parecido a una sonrisa. Los engranes siguen realizando su trabajo. Y entonces, la sonrisa desaparece, y un rostro de preocupación aparece en su lugar. Una chispa se ha encendido dentro de ese cerebro mecánico, y después de varias operaciones lógicas y matemáticas, he descubierto algo terrible. Todos esos engranes, cables, órganos metálicos, todo ese complejo mecanismo, forma parte de una máquina terrible y mortal. Una bomba de tiempo. No se cómo lo sé, pero estoy seguro de eso. Podría llamarse intuición, aunque una máquina no puede hablar de intuición, es más bien una conclusión lógica, aunque no tengo idea de cómo llegué a esa conclusión.

Intento mover las manos, esperando no realizar algún movimiento que altere mi funcionamiento y me haga estallar antes de tiempo. Pero... ¿porqué? ¿con qué propósito he sido activado? ¿quién encontrará su momento final cuando mi reloj interno llegue a 00:00:00?

Mis manos llegan hasta mi pecho, busco algo, algo parecido a... algo parecido a... ahí está... presiono un botón, y una tapa metálica se abre al instante, dejando al descubierto todo ese complejo aparato que trabaja sin detenerse. Tal y como lo pensaba, ahí se esconde un maravilloso mecanismo compuesto de cables, circuitos, engranes y otras cosas que desconozco, pero aun así, estoy seguro de que forman parte de una bomba.

Más operaciones lógicas. Lo tengo. Solo debo desconectar un cable. Ok, eso es fácil, después todo estará bien. Pero... ¿cuál? ¿el rojo o el azul?... y además... ¿cómo distingo un color de otro en medio de la oscuridad? ¿el rojo tendrá una textura distinta al azul?. Mi cerebro mecánico parece estar cansado y no me da ninguna respuesta.

Mis manos retroceden, dejando ese aparato tal y como está. Cierro la tapa y espero. Qué más da, para esto he sido construido, supongo. Mi cerebro parece trabajar de manera errante, la presión se acumula ahí arriba, poco a poco, y me impide pensar correctamente. No importa.

Tic, tac, tic, tac, tic... el sonido del reloj continua, no se detiene. Así debe ser.

Las chispas vuelven a encenderse, y repentinamente, descubro que faltan 90 segundos. ¿90 segundos para qué?. La respuesta es obvia. No tengo que realizar más operaciones lógicas para saber lo que sucederá.

Mientras espero, pienso, no como una máquina, sino como un ser humano, hecho de materia orgánica, y recuerdo aquellas preocupaciones que me estresaron durante el día: el trabajo, las cuentas que hay que pagar, los compromisos pendientes, mi familia, mi esposa y mis hijos, ni siquiera me queda tiempo para vivir. Pero eso ya no importa, ahora soy una máquina. De hecho, tal vez nunca fui un humano, ¿o si?, ¿entonces, porqué tengo esos recuerdos?, y si alguna vez fui un humano, ¿en qué momento dejé de serlo?, ¿en realidad soy una máquina?. Probablemente esto sea solo una pesadilla. Un segundo antes de estallar me despertaré agitado y dejaré de preocuparme por la inminente explosión. Y entonces me preocuparé por lo que ya me preocupaba antes. Mmmm... viéndolo de esta manera, tal vez sea mejor estallar, dejar de preocuparme y dejarme ir.

00:30, 00:29, 00:28...

Sonrío.

00:23, 00:22, 00:21...

Dejo de sonreír.

Ya falta poco. Inhalo y exhalo lenta y profundamente. ¿Porqué una máquina necesitaría oxígeno?, me pregunto. Qué importa. Entender y explicar mi propio funcionamiento me tomaría mucho tiempo y, lamentablemente, el mío ya se está acabando.

00:15, 00:14, 00:13...

Ya casi.

00:11, 00:10, 00:09...

Cierro los ojos y espero el inminente final. Tal vez... tal vez, si tan solo tuviera más tiempo, lo aprovecharía mejor. Dejaría de preocuparme por cuestiones humanas. Lo haría mejor. ¡Tonterías! yo nunca he sido humano. Aunque... me hubiera gustado ser uno de ellos. Una máquina con pensamientos humanos, quién lo diría. Con la poca ironía que queda en mis circuitos pienso en todos esos humanos que se convierten a sí mismos en máquinas. Siento lástima por ellos

00:03, 00:02...

Eso es todo. Hasta aquí llego yo.

00:01, 00:00

¡Boom! Una explosión. Fuego por todas partes, consumiéndolo todo. Consumiendo... ¿nada?... no... eso no fue lo que pasó. No hubo ningún boom, ni siquiera un bang. El reloj sigue en 00:00:00. Pero yo también sigo aquí. ¿Qué pasó?. Noto un suave movimiento en el interior de mi pecho, e intento adivinar qué es. No estoy seguro, pero parece ser un péndulo.

Sigo asustado y me quedo quieto por un rato más, empiezo a acostumbrarme a ese péndulo, pero también empiezo a notar que poco a poco se va desvaneciendo. Y en su lugar, empiezo a sentir nuevamente los latidos de mi corazón. Automáticamente, llevo mis manos hacia mi rostro. Ya no hay placas metálicas, lo que mis manos sienten es piel, tejido vivo. ¿Fue solo un mal sueño?.

Pero todo parecía tan real. Miro a un lado y ella sigue ahí, durmiendo tranquilamente. La abrazo. Qué bien se siente no ser una máquina. Qué bien se siente volver a ser el mismo de antes. No, no es así, algo cambió, no se cómo ni porqué, pero estoy seguro de que algo cambió. Mientras la abrazo, empiezo a sentirme cansado. Miro el reloj digital que está al lado de la lámpara, son las 03:00 a.m., y antes de quedarme completamente dormido, puedo notar que los latidos de mi corazón se entremezclan con los débiles sonidos de una máquina, una máquina delicada hecha de piezas pequeñas, como las de un reloj.

Hasta mañana, digo. Y los débiles sonidos de un complejo mecanismo interno responden: tic, tac, tic, tac...


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