Contemplaciones...

Ahora contaremos hasta doce y nos quedamos todos quietos, dice un tal Neftalí Reyes. El Mago lo escucha y no dice nada, él sabe cuándo debe guardar silencio (y cuando no), y no tiene que contar ni 3, ni 12, ni 100, ni nada. Mientras tanto... yo... 1, 2, 3... hasta 12. Cuento, mientras pienso que yo tampoco tengo problemas para guardar silencio, el problema está en que, en ocasiones, el silencio termina guardándome a mí.

Y entonces voy de Pablo a Julio. Del 12 al 73. Y desde algún punto, entre el silencio y la reflexión, Julio nos dice, con ese acento tan propio de él que...

Todo es escritura, es decir fábula. ¿Pero de qué nos sirve la verdad que tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas. En uno de sus libros Morelli habla del napolitano que se pasó años sentado a la puerta de su casa mirando un tornillo en el suelo. Por la noche lo juntaba y lo ponía debajo del colchón. El tornillo fue primero risa, tomada de pelo, irritación comunal, junta de vecinos, signo de violación de los deberes cívicos, finalmente encogimiento de hombros, la paz, el tornillo fue la paz, nadie podía pasar por la calle sin mirar de reojo el tornillo y sentir que era la paz. El tipo murió de un síncope, y el tornillo desapareció apenas acudieron los vecinos. Uno de ellos lo guarda, quizá lo saca en secreto y lo mira, vuelve a guardarlo y se va a la fábrica sintiendo algo que no comprende, una oscura reprobación. Sólo se calma cuando saca el tornillo y lo mira, se queda mirándolo hasta que oye pasos y tiene que guardarlo presuroso. Morelli pensaba que el tornillo debía ser otra cosa, un dios o algo así. Solución demasiado fácil. Quizá el error estuviera en aceptar que ese objeto era un tornillo por el hecho de que tenía la forma de un tornillo.





—Y el mundo, ¿qué forma tiene?— me pregunto.
—El mundo no tiene forma, adopta la forma del recipiente que lo contiene— responde el Mago.
—¿Cada cabeza es un mundo?
—Cada cabeza es un recipiente.
—¿Un recipiente vacío?
—Un recipiente lleno... de sí mismo, de su propio mundo.

—Ahora contaré hasta doce y tú te callas y me voy— me dice Pablo.

—Pura tura— dice Julio, mientras se fuma un cigarrillo y se desvanece con el humo.

—Ya es medianoche— dice el Mago.
—Ya casi es hora de dormir— pienso... mientras contemplo al mundo, que se agita un poco, dentro de mí.

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